Durante su infancia, Natalia pasó tiempo con dos de sus vecinos, un ceramista y un pintor, quienes la llevaron a descubrir el arte. Ella también sintió el deseo de crear con sus manos así como con su pincel.

Creció en la costa catalana y absorbió profundamente la atmósfera marina. Fascinada por este paisaje, buscó el mar en otros países (Marruecos, Senegal, Italia, España). En contacto con los puertos pesqueros, marineros y solitarios faros, encontró fuerza e inspiración para su pintura.

Al mismo tiempo, se apasionó por las obras marinas del artista Juan Abello, a quien conoció. Sin sorpresas, eligió formarse como ceramista en la Escuela de Industria de Barcelona. Completó sus estudios con cursos de dibujo, pintura y grabado. De esta experiencia dual, ha conservado el gusto por el contacto con los materiales así como el placer del dibujo.

Cuando se volcó hacia la pintura, decidió mantener un aspecto manual en sus creaciones. Incorpora cerámica en sus pinturas, combinando capas de esmalte de vidrio con las pinturas al óleo y acrílico que aplica con una espátula. Esta pintura de técnica mixta le otorga a su obra el brillo y lustre de los colores característicos de la cerámica.

La yuxtaposición de los materiales utilizados le permite crear contraste entre áreas brillantes y áreas opacas. Natalia pinta paisajes marinos imaginarios, inspirados en entornos en los que siempre ha existido. Su trabajo lleva lo figurativo a una representación purificada. Libera el paisaje marino dando mucha luz, contraste y textura a su obra. Su enfoque es modernizar y revivir la tradición de la pintura náutica.

Natalia utiliza un tema marino para transmitir al espectador la sensación de libertad, fuerza y voluntad de vivir.